La Virgen en La Salette no sólo nos reprocha las faltas contra
Dios, sino que deplora el abuso que hacemos de Sus propios
beneficios: «He sufrido durante mucho tiempo por vosotros,
que no lo tenéis en cuenta… Nunca podrán pagar las moles-
tias que Me he tomado por ustedes». Si supiéramos, en
efecto, todo el amor que nos tiene, todos los favores que nos
obtiene, todas las desgracias que nos quita mientras no pen-
samos en ello. ¡Cuántas veces nos habría golpeado la justicia
divina, si María no hubiera interpuesto Su Corazón maternal!
No endurezcamos más nuestro corazón, pues la protección
de María puede ser objeto tanto de nuestra más dulce espe-
ranza como de nuestra más severa condena.
Oh Madre de Misericordia, hasta ahora no he sido capaz de
reconocer Vuestra asistencia. Sin Vosotros, lo reconozco, el infierno
habría sido mi hogar durante mucho tiempo. No quiero ser más
sordo a Vuestro llamamiento, ya es suficiente para cansar Vuestra
paciencia e irritar la justicia de Vuestro Hijo. Quiero ser desde ahora
el más fiel y agradecido de Vuestros siervos.