La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Los quince misterios del Rosario nos forman en el precioso conocimiento de Jesucristo, en el que consiste la vida eterna. Se dividen en tres series, de alegrías, penas y glorias, tres palabras que resumen la vida del hombre en la tierra y su amor en el cielo. A cada uno de los misterios corresponde una de las principales virtudes cristianas.
El Rosario es una hermosa corona que las personas piadosas gustan de colocar cada día en la frente de la augusta María. Esta práctica piadosa puede llamarse la reina de las devociones. Consideremos, en primer lugar, la importancia del Rosario como devoción de la Iglesia, por impregnar el alma de un carácter particularmente católico, al recordarnos constantemente la memoria de Jesús y de María; en fin, por asegurar en gran medida nuestra perseverancia definitiva, si somos fieles en su rezo, como lo prueban varias revelaciones.
En cuanto a la forma del Rosario, es un resumen completo del Evangelio, dividido en quince decenas que representan otros tantos misterios y expresan las tres grandes fases de la obra de la Redención: alegría, dolor y gloria. El carácter particular del Rosario le da un nuevo atractivo; combina la oración mental con la oración vocal. Es un compendio de teología lleno de dulce devoción, y una práctica efectiva de la presencia de Dios. Es uno de los principales canales de difusión de las tradiciones de la Encarnación entre los fieles. El Rosario muestra la verdadera naturaleza de la devoción a la Santísima Virgen, y es un poderoso medio para alcanzar la comunión de los Santos.
(Padre Huguet)
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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