La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
El Beato Juan Massias tenía la más tierna devoción a María, y la Santísima Virgen Se complació en colmarlo de Sus beneficios. El Siervo de Dios tenía la piadosa costumbre de pasar parte de sus noches en la capilla del Rosario, rezando ante el altar de Nuestra Señora; incluso varias veces fue sorprendido allí elevado sobre el suelo y extasiado. Una noche, mientras rezaba, la ciudad experimentó un terrible terremoto. Todos los religiosos angustiados se refugiaron en el claustro, donde se suponía que el peligro era menor. El beato hizo lo mismo que los demás, y ya salía de la capilla, cuando María le llamó desde el altar:
«Hermano Juan, le dijo, Hermano Juan, ¿a dónde vas?
– Señora –respondió el beato–, huyo, como los demás, de los rigores de Vuestro divino Hijo.
– Vuelve, dijo la Virgen, no tengas miedo, estoy aquí.» El siervo de Dios reanudó su oración, rogando a nuestra buena Madre que aplacara la ira de Nuestro Señor. Al levantar los ojos hacia Ella, vio Su rostro brillar con una luz tan intensa que toda la capilla quedó iluminada. En ese mismo momento cesó el terremoto. Desde entonces, cuando esta plaga se abatía sobre Lima, los religiosos y muchos otros se refugiaban en esta capilla, donde siempre encontraban un refugio seguro contra los esfuerzos y la furia de los demonios desatados en estas tormentas.
(Vidas de los Santos, del Padre Ribadeneira, 1855)
LOCALIZACIÓN:
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(819) 688-6548
Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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