La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Todos los días nos quejamos de nuestra debilidad, de las dificultades, digamos la palabra, de las imposibilidades de la virtud. A los preceptos del Evangelio, a las exhortaciones de la Iglesia, a las quejas de nuestra conciencia, cuántas veces respondemos con las palabras de la voluntad fallida que se desespera: «¡No puedo!» Si se nos dice: «Mortifica el orgullo en ti mismo. – No puedo. – Despréndete de las criaturas y de lo que pasa. – No puedo». Pues bien, en este momento la fe no acusa sus preceptos: los acepta. Dice como tú: «No puedes».
No, no podemos por nuestra propia fuerza, y constantemente, librar esas temibles batallas para nosotros mismos, en las que el alma deja como una porción de sí misma, y de las que proviene esa dura y sangrienta victoria que se llama virtud. No podemos convertirnos y salvarnos. Pero podemos pedir a Dios que haga con nosotros lo que no podemos hacer sin Él. Podemos caer de rodillas y decirle: «¡Dios mío! Cámbiame y sálvame». En una palabra, podemos rezar. ¡Oh, maravillosa virtud de la oración! Por mí mismo no puedo hacer nada; pero por encima de mí tengo a Aquel que puede hacerlo todo. Sólo tengo que invocarlo, y he aquí que Él presta Su omnipotencia a mi debilidad. Yo voy a Él por mi oración; Él viene a mí por Su gracia. Sin la oración, era débil con todas las debilidades de la criatura: con la oración, me hago fuerte con la fuerza misma del Creador.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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