La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
En el curso de una entrevista, uno de los interlocutores preguntó al otro, el erudito Buchenau, qué fe profesaba. «Ninguna, respondió el otro, en términos religiosos soy una página en blanco. – Cuidado, respondió el primero, no sea que el diablo ponga su nombre.» Estas valientes palabras causaron una profunda impresión en el incrédulo, que nunca las olvidó durante el resto de su vida. Cooperó con la gracia, prestando más atención a los asuntos religiosos, y comenzó a rezar de nuevo como su madre le había enseñado.
Un famoso médico pronunció una vez una docta conferencia sobre el nerviosismo ante un numeroso público, que fue muy aplaudida por su claridad y por el talento del orador para la divulgación. Al final, uno de los oyentes se acercó y le dijo: «A pesar de sus explicaciones, doctor, no entiendo esta cuestión del nerviosismo». El médico contestó con una sonrisa: «En efecto, señor, puedo dar aclaraciones, pero no inteligencia: eso es cuestión de talento».
Lo mismo ocurre con las verdades religiosas. El predicador y el catequista pueden explicarlos, motivarlos, defenderlos; pero la fe en sí misma no pueden comunicarla a nadie, pues es un don gratuito de Dios: esta gracia puede obtenerse con un vivo deseo de la verdad, con una vida honesta y con la oración.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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