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Algunos padres estaban inconsolables por la muerte de un chico piadoso y con talento. Un día, la madre confió su dolor a su párroco, quien abrió la Biblia y leyó el siguiente pasaje del Libro de la Sabiduría: «Como le agradó a Dios, se convirtió en su hijo predilecto, y como vivía entre pecadores, Dios se lo llevó. Fue arrebatado para que el mal no corrompiera su entendimiento, y el error no engañara su corazón… Perfecto en poco tiempo, llenó muchos años, pues su alma cumplió con el Señor, que se apresuró a separarlo de la sociedad de los hombres viciosos.» (El párroco le dio a la madre una explicación del texto sagrado, y ella prometió no quejarse más, para no ofender la bondad de Dios. Luego volvió a casa, llenó el alma de su marido con los mismos consuelos y le inspiró los mismos sentimientos de resignación.
Dios, conociendo todas las cosas, prevé que muchos justos se corromperán por la maldad del mundo, y se lo lleva en la flor de su edad. Este es un pensamiento que deberían meditar quienes lloran a un difunto querido, arrebatado prematuramente por la muerte.
El pequeño de un buen artesano se había enfriado. Cuando quiso ir a la escuela al día siguiente, su padre le dijo: «Querido, estás indispuesto, no puedes ir a la escuela; quédate en la habitación caliente y trabaja aquí. Coge tu lápiz y tu pizarra y haz un ejercicio de escritura. El niño obedeció y escribió la siguiente oración: «Jesús mío, te ruego que me hagas un niño piadoso. Si no llego a serlo, sácame de esta tierra, recíbeme en el cielo, hazme como los ángeles. Poco después, el niño se quejó de un violento dolor de garganta y tuvo que ser acostado; al día siguiente le sobrevino la difteria, y al día siguiente había dejado de vivir. Los padres guardaron la pizarra de su hijo como una preciosa reliquia y se consolaron pensando que el Salvador había respondido a la oración de su querido hijo.
Dios llama a más de un niño para que vuelva a ser un ángel en el cielo, porque prevé que ese niño habría sido malogrado en este mundo y condenado en la eternidad.
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