Para la preservación del Depósito de la Fe.

¡Para que llegue el Reino de Dios!

MAGNIFICAT

La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.

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Una historia para cada día...

San José

El protector de Canadá.

En la vida de la venerable Madre María de la Encarnación, leemos lo siguiente:

La señora de la Peltrie, tan distinguida por las cualidades de su mente como por las eminentes virtudes de su corazón, leyendo un día el informe de una misión que los Padres de la Compañía de Jesús llevaban a cabo entre los salvajes de Canadá, se sintió fuertemente impulsada a cooperar en la salvación de esas pobres almas. Mientras meditaba sobre los medios para llevar a cabo sus piadosos proyectos, fue atacada por una gravísima y extraordinaria enfermedad, que los médicos, al no comprenderla, sólo esperaban que muriera. Reducida a este extremo, esta piadosa dama no perdió de vista sus santos deseos; Dios mismo, en medio de su dolor, le inspiró a hacer un voto a San José. Sabía que los misioneros habían emprendido la conversión de los pueblos idólatras del Nuevo Mundo bajo la protección especial de este gran santo. Por ello, prometió, si la Santa le devolvía la salud, fundar y dotar a sus expensas una casa de educación cristiana para las jóvenes de aquella región. En el mismo momento en que la enferma pronunció su voto, el Santo se lo concedió: todos sus dolores, que eran del tipo más violento, desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, y todo lo que quedó de esta enfermedad, que hasta entonces había sido tan cruel, fue un poco de cansancio. El médico, que la encontró en este estado tan diferente al del día anterior, estaba tan alegre como sorprendido. «Señora, le dijo, ¿qué ha sido de estos agudos dolores? – Señor -respondió amablemente-, mis dolores acaban de partir hacia Canadá.»

No tardó en cumplir su voto. Hizo construir el monasterio en el que debían ser acogidas las jóvenes canadienses, y fue la Madre María de la Encarnación, destinada por Dios a esta obra, quien se convirtió en su primera superiora. Desde entonces, se le mostró en una visión que San José era el protector del Nuevo Mundo, y que era a su intercesión a quien ella misma estaba llamada a trabajar por la salvación de las almas allí. Por eso dio a la nueva casa el nombre de San José, y tomó para su sello la imagen de este glorioso patriarca sosteniendo al Niño Jesús en sus brazos.

San José sufrió mucho durante los viajes que tuvo que emprender para huir a Egipto y regresar; para ir de Nazaret a Belén, a Jerusalén, etc. Invoquémosle con confianza; él nos ayudará en todos nuestros esfuerzos.

Otras historias...

Señal de la Cruz

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.

Oración preparatoria

¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.

Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.