Para la preservación del Depósito de la Fe.

¡Para que llegue el Reino de Dios!

MAGNIFICAT

La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.

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Una historia para cada día...

San José

San José, más poderoso que los hombres.

Para librarse de sus acreedores, un comerciante cuyos negocios eran desastrosos vendió fraudulentamente todos sus bienes a su esposa; pero al librarse de los hombres, estos dos desgraciados cayeron en los encajes de Satanás. Su párroco ya no los admitiría a los sacramentos, y lo único que les quedaba por compartir era la condena eterna. Un amigo que estaba muy preocupado por la salvación de estas dos personas y que tenía cierta influencia sobre ellas, les instó a que hicieran la restitución y sólo recibió promesas ilusorias. Entonces me dirigió a uno de sus vecinos, un hombre honesto y religioso, para que interviniera con esta gente. Este último responde con estas frías palabras: «¡Oh, cuando se da el paso!»

Nuestro hombre se dirige finalmente a San José; le ruega ardientemente que se interese por la suerte de estos dos desgraciados, que llame por ellos a la puerta del corazón de Jesús y de María… Pues bien, por su propia voluntad, sin más exhortaciones de quienes habían tratado de devolverles la honradez, el mercader y su familia fueron a ver a su amigo, declarando que, después de todo, tenían que morir y que querían reparar sus injusticias. El caso es que, al cabo de un tiempo, se convocó a todos los acreedores y se llegó a un acuerdo amistoso.

¡Qué bueno es San José!

He aquí una historia que proviene de una fuente fiable, y que recuerda la conversión milagrosa del Sr. Alfonso María Ratisbonne en Roma, donde recitó el Memorare sin darle ninguna importancia.

La bondad de San José es tan grande que a veces se complace en conceder favores a quienes le rezan mecánicamente y sin ninguna intención formal de obtener una gracia.

Hace muchos años, un joven de la ciudad de Turín, que no tenía ningún principio religioso, habiendo comprado un céntimo de tabaco, se puso a leer el papel en el que estaba encerrado; era una oración a San José para obtener la gracia de una buena muerte. Esta oración, que apenas entendía, le interesó profundamente y le llegó al corazón. No dejaba de repetirlo. Sus compañeros, picados por la curiosidad, quisieron quitarle la hoja para ver lo que contenía, pero él la escondió y empezó a entretenerse con ellos de nuevo. Sin embargo, tenía muchas ganas de volver a leer esta oración, pues había experimentado una dulzura inefable en la primera lectura; así que, en cuanto se quedó solo, se apresuró a volver a ella y, como la repetía a menudo, acabó por sabérsela de memoria y repetirla sin hacer caso.

San José no fue insensible a este homenaje involuntario: tocó el corazón de este pobre joven, que fue a presentarse a un buen sacerdote que le instruyó y le devolvió a Dios, en cuyo servicio perseveró hasta la muerte.

A San José se le llama, con razón, el abogado de las causas desesperadas. Tiene todo el poder del Corazón de Jesús, que no le niega nada.

Otras historias...

Señal de la Cruz

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.

Oración preparatoria

¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.

Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.