La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Inspirado en las palabras de la Escritura: «He aquí que estoy a la puerta y llamo» (Ap. 3:20), un pintor ha creado un hermoso cuadro, símbolo de la gracia actual. Frente a una puerta vemos a Nuestro Señor, llamando y pidiendo entrar. La casa donde el Buen Pastor quiere entrar es nuestro corazón. El hombre puede abrir la puerta, es decir, cooperar con la gracia, o dejarla cerrada o incluso tirar de la cerradura, es decir, resistirse a la gracia.
Zalenco, legislador de los locrianos, había establecido una severa ley contra el adulterio: quien cometía este delito era condenado a sacarse los ojos. El primero en infringir la ley fue su propio hijo, y el dolor del padre fue inmenso. «Desearía, gritó, no ser un padre, o no ser un juez. – Padre e hijo -añadió- son una sola carne y, por así decirlo, una sola persona. Por eso pido que me saquen un ojo por amor a mi hijo y que le saquen un ojo a mi hijo por respeto a la ley.» Y así se hizo.
El mundo se asombra ante tanto amor. Sin embargo, no es nada comparado con el amor que Jesucristo, el Hijo de Dios, tiene por nosotros, pues no sufrió la mitad del castigo, sino todo. Para mostrarnos Su infinito amor, incluso sufrió mucho más de lo necesario para redimirnos.
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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