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Magníficat!
¡Para la preservación del Depósito de la Fe!
¡Para que venga el Reino de Dios!
Una representación única del Belén.
Inspirado en las palabras de la Escritura: «He aquí que estoy a la puerta y llamo» (Ap. 3:20), un pintor ha creado un hermoso cuadro, símbolo de la gracia actual. Frente a una puerta vemos a Nuestro Señor, llamando y pidiendo entrar. La casa donde el Buen Pastor quiere entrar es nuestro corazón. El hombre puede abrir la puerta, es decir, cooperar con la gracia, o dejarla cerrada o incluso tirar de la cerradura, es decir, resistirse a la gracia.
Zalenco, legislador de los locrianos, había establecido una severa ley contra el adulterio: quien cometía este delito era condenado a sacarse los ojos. El primero en infringir la ley fue su propio hijo, y el dolor del padre fue inmenso. «Desearía, gritó, no ser un padre, o no ser un juez. – Padre e hijo -añadió- son una sola carne y, por así decirlo, una sola persona. Por eso pido que me saquen un ojo por amor a mi hijo y que le saquen un ojo a mi hijo por respeto a la ley.» Y así se hizo.
El mundo se asombra ante tanto amor. Sin embargo, no es nada comparado con el amor que Jesucristo, el Hijo de Dios, tiene por nosotros, pues no sufrió la mitad del castigo, sino todo. Para mostrarnos Su infinito amor, incluso sufrió mucho más de lo necesario para redimirnos.
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