La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.
Luis XIV, uno de los más grandes reyes que gobernaron Francia, tenía la piadosa costumbre de rezar el rosario todos los días. El Padre de la Rue, de la Compañía de Jesús, cuenta que un día, al ser admitido en la audiencia de este príncipe, lo encontró rezando su rosario. Al mostrarle su sorpresa y los sentimientos de edificación con los que se llenó: «No te sorprendas tanto –dijo el Rey–, me enorgullece rezar el rosario todos los días; es una práctica que he heredado de la Reina, mi virtuosa madre, y me disgustaría dejar de hacerlo un solo día.»
Es sin duda a esta devoción, tan perseverante en honor a María, a la que este príncipe debió la felicidad de reconocer sus errores, de reparar sus agravios hacia el Soberano Pontífice y de morir bien, después de no haber dado siempre los buenos ejemplos que requería la alta posición a la que la Providencia le había elevado.
(Padre Huguet)
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Señal de la Cruz
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.
Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.
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