Para la preservación del Depósito de la Fe.

¡Para que llegue el Reino de Dios!

MAGNIFICAT

La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.

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Una historia para cada día...

La Sagrada Familia en oración

La heroica paciencia de San Juan de Dios

Un día que San Juan de Dios había salido de madrugada a pedir provisiones, cruzaba la gran calle de Gomelez, que ya estaba llena de gente, cuando de repente se vio frente a un gran señor que iba hacia la Alhambra y subía por la calle. Porque en Granada, donde las calles principales están abovedadas a causa de los acueductos, los carruajes están prohibidos. Le fue imposible apartarse bien, empujado como estaba por la multitud, y agobiado por una gran cesta que llevaba en el brazo. Esta cesta atrapó, a su pesar, el abrigo del caballero y se lo quitó del hombro. El orgulloso español le desafió airadamente: «Necio, le dijo, ten cuidado por dónde andas. – Perdona, hermano, respondió el Santo, no lo hice a propósito». Acostumbraba a hablar así a todo el mundo. Pero el caballero, picado por oírse tratar tan familiarmente por un miserable desconocido, no pudo contenerse más y le dio un golpe. «Ah, me lo he merecido, dijo Juan, y puedes darme un segundo». El noble señor, aún más indignado por no haber recibido ninguna disculpa, hizo señas a los criados que tenía a su cargo para que se deshicieran de aquel maleducado y lo castigaran con importancia. Al instante se produjo una escena de azotes y puñetazos que detuvo a todos los transeúntes. Al ruido que se hizo, Juan de Torre, hombre honrado del barrio, se acercó corriendo, y al ver lo que sucedía, «Bueno, hermano Juan de Dios, gritó, ¿qué pasa?». Al oír el nombre del Santo, el caballero se volvió asombrado y consternado; se adelantó para arrojarse a sus pies. «¿Eres Vos, entonces –dijo–, de quien todo el mundo habla con tantos elogios?»
El Santo le relevó con diligencia; al final se abrazaron, se pidieron perdón mutuamente y se separaron. El caballero le invitó, poco después, a cenar a su casa; pero no pudo conseguirlo, sin duda porque el Santo preveía que sería recibido allí con honor. Contestó que los cuidados del hospital no le dejaban tiempo. Pero esto no pudo impedir que este generoso señor le enviara cincuenta coronas de oro.

Otras historias...

Señal de la Cruz

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.

Oración preparatoria

¡Oh Jesús! Vamos a caminar con Vos por el camino del calvario que fue tan doloroso para Vos. Háganos comprender la grandeza de Vuestros sufrimientos, toque nuestros corazones con tierna compasión al ver Vuestros tormentos, para aumentar en nosotros el arrepentimiento de nuestras faltas y el amor que deseamos tener por Vos.
Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.

Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.