La Palabra Eterna, de sublime Se convirtió en humilde.
Oh dulce Jesús, Verbo Eterno hecho carne, Os doy gracias por haber reparado la
desobediencia del hombre con el poder de Vuestra humildad. Sin valeros de Vuestra
igualdad con Dios, pasasteis del trono de Vuestra gloria al abajamiento de un pobre
pesebre. Os convertisteis en un extraño para este mundo que ibais a redimir. ¡Qué
lección dais a nuestros corazones ávidos de vana gloria!
¡Oh, Niño divino! Es por Vuestra humildad que queréis ser reconocido. Sus ejemplos
hacen que el desprecio y la humillación sean amables e infinitamente preciosos. Mi
deber y mi riqueza es amarlos, como Vos los habéis amado. Si Os hubiera amado, la
humillación me habría parecido dulce y agradable. Pero como Vos prometéis el
perdón al corazón contrito, me arrepiento de mi vida tan opuesta a la Vuestra. Quiero
corregirme, y por las humillaciones de Vuestra cuna, prometo sufrir en paz todos los
desprecios, humillaciones y rechazos que Vos queráis que sufra. Amén.
Invocación
Divino Niño Jesús, que para la salvación del mundo habéis querido nacer en un
establo y acostaros en un pesebre sobre un poco de paja: tened piedad de mí.
María y José, rogad al Niño Jesús por mí.
Gloria al Padre…