La Palabra Eterna, de un maestro Se convirtió en un sirviente.
Oh, dulce Jesús, Verbo Eterno hecho carne, Os agradezco que Vos, el Rey de los reyes,
Os rebajéis tanto como para convertiros en un esclavo. Por esta maravilla de Vuestro
amor, nos habéis liberado del yugo del diablo. Le habéis arruinado el imperio al
confundir el espíritu de insubordinación que es su fundamento. A la soberbia y a la
desobediencia Vos habéis opuesto la más profunda humildad y la más completa
sumisión, haciéndoos el servidor de todos.
¡Oh, Monarca del mundo, convertido en esclavo por mí! Me llena de confusión pensar
en Vuestra cuna, monumento eterno de Vuestras abominaciones. Me sonrojo al
pensar en mi orgullo, al recordar mis locuras e ingratitudes. Reconozco mi culpa y me
arrepiento de ella. Vuestros méritos infinitos, oh Salvador mío, animan mi esperanza.
Espero mi perdón de esa bondad inagotable que no Os permite despreciar un corazón
contrito y humillado. Toma las cadenas de Vuestro amor, ponedlas en mis pies y en
mis manos; que nunca las rompa ni haga ningún movimiento contrario a Vuestra
Voluntad. Amén.
Invocación
Divino Niño Jesús, que para la salvación del mundo habéis querido nacer en un
establo y acostaros en un pesebre sobre un poco de paja: tened piedad de mí.
María y José, rogad al Niño Jesús por mí.
Gloria al Padre…