Para la preservación del Depósito de la Fe.

¡Para que llegue el Reino de Dios!

MAGNIFICAT

La Orden del Magníficat de la Madre de Dios tiene la siguiente finalidad especial la preservación del Depósito de la Fe a través de la educación religiosa en todas sus formas. Dios la ha establecido como «baluarte contra la apostasía casi general» que ha invadido la cristiandad y en particular la Iglesia romana.

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Duodécimo domingo después de Pentecostés – El buen samaritano

El buen samaritano
Un samaritano, al verlo, se sintió conmovido por la compasión y vendó sus heridas...

Reflexión sobre la Liturgia del Día  de El Año Litúrgico, de Dom Prosper Guéranger

Introito

Oh Dios, ven en mi ayuda: Señor, apresúrate a socorrerme: sean confundidos y avergonzados mis enemigos, los que buscan mi vida.Salmo: Sean derrotados, y cubiertos de afrenta: los que quieren mi mal.

Colecta

Omnipotente y misericordioso Dios, de cuyo don procede el que Tus fieles Te sirvan digna y laudablemente: suplicámoste hagas que corramos sin tropiezo a la consecución de Tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo.

Epístola

Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios. (2. III, 4-8).

Hermanos: Tenemos tal confianza con Dios por Cristo: no porque podamos pensar algo por nosotros como de nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia viene de Dios, El cual nos ha hecho idóneos ministros del Nuevo Testamento, no de la letra, sino del espíritu: porque la letra mata, pero el espíritu vivifica. Si, pues, el ministerio de la muerte, grabado con letras sobre piedras, fué glorioso, de tal modo que los hijos de Israel no podían mirar el rostro de Moisés, por la gloria de su cara, que había de acabar: ¿cuánto más glorioso será el ministerio del Espíritu? Porque, si el ministerio de la condenación fué tan glorioso, mucho más glorioso aún es el ministerio de la justicia.

Reflexión sobre la Epístola

La contemplación. – Se podría sacar otra lección de esta bella Epístola. Moisés es, en el caso, imagen de la oración contemplativa y de sus maravillosos efectos. El privilegio de que sólo él fué dotado en la antigua alianza, de poder conversar con Dios cara a cara y de verse inundado de Su resplandor, puede obtenerlo todos los días el simple fiel en la nueva alianza. Si queremos, seremos, en efecto, como Moisés cuando conversaba con el Señor y vivía junto a El.

Todos nosotros leemos con libertad, en el espejo del Evangelio, la gloria y perfecciones del Señor. Podemos mantener por completo nuestra alma en la asidua contemplación de esta belleza. ¡Oh dulce maravilla! Presupuesto nuestro consentimiento en las renuncias previas, esa belleza sobrenatural del Señor, ya de suyo atrayente, resulta también activa; y con la asiduidad de nuestras miradas interiores, llega a invadirnos y transfigurarnos. Dícese de ciertos mármoles, que con el tiempo, fijan en sí la luz y se hacen fosforescentes bajo la acción del sol. Nuestra alma no es tan dura como el mármol; y en efecto, mientras la ley es impotente, he aquí que a fuerza de mirar al Señor, nuestra vida se une a El más estrechamente; se baña en Su resplandor y sufre Su acción secreta; de día en día y de escalón en escalón, se acerca cada vez más a Su belleza, como llevada hacia Cristo por el soplo del Espíritu de Cristo. El género humano, sacado de su mutismo secular y colmado al mismo tiempo con los dones divinos, canta en el Gradual el agradecimiento que de su corazón rebosa.

Gradual – Bendeciré al Señor en todo: tiempo Su alabanza estará siempre en mi boca. En el Señor Se gloriará mi alma: óiganlo los mansos, y alégrense. Aleluya, aleluya. Señor, Dios de mi salud, de día y de noche clamo a Ti. Aleluya.

Evangelio

Continuación del santo Evangelio según San Lucas. (X, 23-37).

En aquel tiempo dijo Jesús a Sus discípulos: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros véis. Porque os aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron: y quisieron oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron. Y he aquí que un legisperito se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿qué haré para poseer la vida eterna? Entonces El le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lo lees? El, respondiendo, dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu entendimiento: y al prójimo como a ti mismo. Y dijóle: Bien has respondido: haz eso, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Y, respondiendo Jesús, dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de los ladrones, los cuales le despojaron: y, habiéndole herido, se marcharon, dejándole medio muerto. Y sucedió que un sacerdote bajó por el mismo camino: y, habiéndole visto, pasó de largo. E igualmente un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Mas un samaritano que viajaba, pasó cerca de él: y, habiéndole visto, se movió a compasión. Y, acercándose, vendó sus heridas, derramando sobre ellas aceite y vino: y, poniéndole en su jumento, le llevó a una posada, y tuvo cuidado de él. Y, al día siguiente, sacó dos denarios y se los dió al hospedero, y le dijo: Cuida de él: y, todo cuanto gastares, yo te lo pagaré cuando vuelva. ¿Cuál de estos tres te parece a ti que fué el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Y él dijo: El que tuvo compasión de él. Y dijóle Jesús: Vete y haz tú lo mismo.

Reflexión sobre el Evangelio

El gran precepto del amor. – La fe actúa a través de la caridad. Y, en efecto, la parábola del buen samaritano, que por lo demás se presta a tantas aplicaciones del más alto simbolismo, es traída, en sentido literal, a los labios del Salvador sólo para destruir perentoriamente las restricciones que los judíos imponen al gran precepto del amor.

Somos tan pequeños en virtudes comparados con los padres de nuestra fe y, sin embargo, la venida del Espíritu de amor nos ha iluminado más que los profetas, dándonos posesión de los mismos misterios que ellos anunciaron: ¿cómo no sentir la obligación que se nos impone de reconocer con la santidad de toda nuestra vida, con un amor ardiente y generoso, los favores de Aquel que nos ha llamado gratuitamente de las tinieblas a Su Luz admirable? Teniendo una multitud de testigos así a la cabeza, dejemos por fin nuestras cargas y grilletes, y corramos resueltamente por el camino, con los ojos fijos en el Autor y Consumador de la fe.

Jesucristo prefirió la cruz a los deleites que podía elegir, despreciando la vergüenza, y ahora está sentado a la derecha de Dios. Lo sabemos con más certeza de lo que vemos los acontecimientos que se desarrollan ante nuestros ojos; porque Él mismo está en nosotros continuamente, por Su Espíritu, incorporando Sus misterios.

Si toda la perfección está contenida en el amor, si sin él ninguna virtud produce frutos para el cielo, el amor sólo es verdadero en la medida en que se extiende al prójimo; y es incluso en este último sentido, señala San Pablo, que el amor cumple toda la ley, que es la plenitud de ella. Porque es al prójimo a quien se dirigen directamente la mayoría de los preceptos del Decálogo, y la caridad hacia Dios sólo se completa amando con Dios lo que Él ama, lo que ha hecho a Su imagen. De modo que el Apóstol, ni siquiera distinguiendo, como hace el Evangelio, entre los dos preceptos del amor, se atreve a decir: «Toda la ley está contenida en esta sola palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

Pero cuanto mayor es la importancia de ese amor, mayor es la necesidad de no malinterpretar el significado y el alcance del término «prójimo». Los judíos entendían que se refería sólo a los de su propia raza, siguiendo las costumbres de las naciones paganas, para quienes el extranjero era sólo un enemigo. Pero aquí, desafiado por un representante de esta ley disminuida, el Verbo divino, Autor de la ley, la restablece en su plenitud. No se rodea de nuevo con los truenos y las llamas del Sinaí. Como hombre que conversa con los hombres, les revela de forma accesible a todos el alcance del precepto eterno que conduce a la vida. En una similitud, en la que muchos han visto el relato de un hecho real conocido por aquellos a los que el Salvador hablaba, Jesús pone en escena a un hombre que había salido de la ciudad santa y a un samaritano, de todos esos extranjeros enemigos de los que acabamos de hablar el más despreciado y el más odioso para un habitante de Jerusalén. Y, sin embargo, según el médico que Le interrogó, así como para todos los que Le escucharon, el prójimo, para el desdichado que cayó en manos del ladrón, no era tanto el sacerdote o el levita de su raza, como el forastero samaritano que, olvidando su rencor nacional ante su miseria, no vio en él más que a un hombre como él. Esto era para decir que ninguna excepción podía prevalecer contra la ley soberana del amor, aquí abajo como en el cielo; y Jesús fue comprendido.

Oración ‒ Oh Dios, que habéis establecido todas las santas ordenanzas de la Ley en Vuestro amor y en el de nuestro prójimo, sed propicio a nosotros y dadnos el poder de cumplir estos mandamientos; pues nadie puede argumentar que es imposible observar lo que se contiene en tan pocas palabras, lo que está tan justamente ordenado. Por Jesucristo Nuestro Señor…

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En todas nuestras necesidades, imploremos a nuestra buena Madre del Cielo, que obra prodigios de gracia cada día en el lugar bendito de Lourdes, donde nos manifiesta Su amor de manera especial.

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En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y de la Madre de Dios. Amén.

Oración preparatoria

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Dígnaos aplicarnos a todos los infinitos méritos de Vuestra Pasión, y en memoria de Vuestras penas, tened misericordia de las almas del Purgatorio, especialmente de las más abandonadas.

Oh Divina María, Vos nos enseñasteis primero a hacer el Vía Crucis, obtenednos la gracia de seguir a Jesús con los sentimientos de Vuestro Corazón mientras Lo acompañabais en el camino del Calvario. Concédenos que podamos llorar con Vos, y que amemos a Vuestro divino Hijo como Vos. Pedimos esto en nombre de Su adorable Corazón. Amén.